El Carbonilla es un eslabón de la cadena genealógica que condensa las últimas identidades del Flamenco. En él se dan cita los acentos salvajes de la antigüedad y los melismas cenitales y urbanos que hacen posible la atemporalidad del Cante. Apenas hace años, “El Carbonilla” merodeaba los espacios de otros sonidos de la modernidad. Desde entonces cuando prestó atención a la música que habitaba su corazón se convirtió en un orgulloso depositario del Flamenco.
Tomó su apodó de su abuelo, un aficionado de Alcalá de Henares del que todavía se recuerdan sus rumores jondos por las geografías complutenses.